32. LA OFICINA - Capítulo 3
¡Debería haber renunciado al trabajo solo así no tendría
este sentimiento de odio hacia Lautaro! ¡No puedo creer que después de tantos
años haya tenido el valor de encontrarme ¡ ¿Y contratarme? Para ¿humillarme de
nuevo? ¿Es que no tuvo suficiente el idiota o qué? ¡Debería renunciar a este
trabajo! Pero… necesito el dinero para pagar las facturas… ¡maldita sociedad de
mierda! ¿Por qué el dinero lo es todo? Pero aquí estoy, un día más, en esta
oficina, obligada a ver a Lautaro todos los días, ahora, representa que es mí
jefe… Y digamos que me tiene un cariño… especial que yo ¡detesto!
Lautaro ahora está reunido en su despacho, ¡eso me alegra!
Por lo menos no está merodeando por mi mesa en busca de algo que no es lo que
estoy buscando yo, claramente. ¡Me pone tan nerviosa cuando viene! Él se sienta
en una punta de la mesa, mientras que me observa, de hecho siempre lo pillo
observando el canalillo de mí camisa, sé que le gustaría volver a estar allí,
entre mis pechos, pero ahora tiene el acceso vedado e intenta reclamarlo de
nuevo, cuando lo escucho resoplar y claramente sabes que no es de agobio, sino
de gusto. Luego se fija en mí cuello, entonces cuando le miro de reojo puedo
ver que inclina la cabeza y cuando le miro y él no se da cuenta de ello, puedo
notar como debajo de su bragueta algo ha empezado a crecer… ¡Puf! ¡Lo detesto
pero es tan implacable! Sé que no
debería, pero es que ¡Oh Dios! ¡Qué gran poder tiene allí abajo! ¡Es el altar
de todos los reinos!
Sin querer me tiro encima la taza de té que me estaba
tomando ya fría, eso hace que me ensucie la camisa blanca que llevo puesta.
- -
¡Mierda, era nueva la camisa!- grito molesta.
- -
Oh vaya… eso va a dejar una gran mancha.
¿Quieres que te preste algo mío?- preguntó Jana.
La miro, me gustaría mirarla con cara de agradecida, pero
mis arrugas en la frente hace que mi amabilidad se vaya por el desagüe, al
saber que ella ha tenido suerte, porque ahora Jana tiene el poder de esos
reinos y yo soy una simple boba, que cuando pude, lo dejé escapar.
-
- No déjalo, Jana… voy al baño, quizás con un poco
de agua, todo salga mejor.- le digo intentando ser cortés y amable, pero me
sale demasiado falso y ella creo que se da cuenta.
- -
De acuerdo.- contesta.
Abro la puerta del baño rápidamente y me meto dentro, cierro
la puerta enseguida, me dirijo al lavabo y me miro en el espejo, la mancha es más
grande de lo que pensaba, empiezo a desabrocharme la camisa, enciendo el grifo
y agarro un poco de agua, pero no hace nada. Intento una vez más, esta vez me
pongo jabón en las manos y empiezo a frotarme la camisa, pero al mirar al
espejo…
- -
¡Joder, que susto!- grito al ver a Lautaro a un
paso y medio de distancia, observando el percal.- No… no sabía que estaba
ocupado, lo siento.- me disculpo.
- -
¡Sh! Ya sabes que adoro verte…- susurró.
Le miro a los ojos a través del espejo, ¡ojalá pudiera decir
todo lo contrario pero sé que me estaría mintiendo!
- -
Solo necesito hacer una cosa… y verás lo que
digo.- dijo con la respiración entrecortada.
Antes de que pudiera decir nada, de hecho quería ignorarlo
pero sus ojos siempre me han sabido atrapar. De repente él da un paso hacia
adelante y engancha sus partes en mi culo, notando su gran trono.
-
- ¿Qué haces?... ¡No creo que esta sea la
manera!...- le digo pero parece que él no me escucha.
- -
Venga… ¿no quieres recordar los viejos tiempos?-
susurra juguetón.
Lautaro me da un beso en el cuello, pero yo me giro de
repente y le doy una cachetada.
-
- ¡Peleona, grrr!- contesta él.
- -
¡Ni me toques!- le grito al mismo tiempo que le
doy un empujón que acaba retrocediendo varios pasos.- ¡Que te quede claro,
Lautaro! Yo estoy aquí porque necesito el dinero como todos, no he venido a
retomar absolutamente nada. ¡Así que te pido que no me busques porque esto es
lo más amable que encontrarás de mí ahora mismo!- le grito.
Sin escucharlo, me voy del baño, me dirijo a Jana.
-
- Tengo que salir un momento, vuelvo enseguida ¿de
acuerdo?- le digo.
- -
¡Ok!- contesta ella sin saber nada de lo que ha
pasado.
En la tienda de delante de la oficina que es de ropa, entro
y me compro una camisa igual, no quería gastarme más dinero, pero el imbécil de
mí jefe no me ha permitido arreglarme el destrozo. Cuando termino, regreso a mi
puesto de trabajo, y aunque no me parece una buena idea, recuerdo sus dominios
tan cerca de mí, “como los viejos tiempos” dice… ¿Cómo si quisiera repetirlo?
¡Que estupidez!
Saco el celular, porque he recibido un What’s app.
-
- El niño ha comido bien, ahora está haciendo la
siesta.- dice el mensaje de la canguro.
Me quedo mirando la foto de perfil que tengo con Unay ¡Es tan bello!
HR.
HERO&Corporation.
Comentarios
Publicar un comentario