15. Toda Suerte Puede Cambiar (Relato Romántico)



-Nos iremos viendo, bonita.- estas fueron sus últimas palabras, el chaval más bello del local, le había hablado a Juana, la muchacha que hacía tiempo que le había echado el ojo al chaval, pero que hasta ese instante el destino lo cambió todo, ya que el chaval normalmente ignoraba a Juana, y esa noche estrellada de finales del mes de Julio, algo había cambiado entre ellos. 


Seguidamente el chaval que le había cogido de la mano y con el otro brazo le rodeaba el dulce y pálido cuello de Juana, la angelical Juana que es desafortunada en el amor, su vida dio un giro tan inesperado, que en ese momento ella sabía que recordaría esa escena repetidamente en su retina, cuando más lo necesite, cuando regrese a su torpe vida de siempre. Para no olvidar esa noche, Juana no le dejó de observar hasta que desapareció entre la multitud, ya en la distancia, pero ella deseaba volverlo a ver, aunque sabía que sería complicado, pero ya no imposible.


Aún quedaba mucha noche para Juana, aunque un rato más tarde se fue a casa acompañada de sus tres amigas, durante el largo camino ellas hablaban de la bella música que habían puesto el local, de lo bien que se lo habían pasado, pero Juana no decía ninguna palabra, admiraba ese silencio como si tuviera el poder de detener el tiempo, pero solo ella escuchaba el silencio de la noche urbana, nadie pasaba por la calle ya tan de madrugada, pero Marta se giró un segundo para que Juana no se quedase muy atrás y la vio, con la mirada perdida y una sonrisita que se le escapaba inocentemente, mirando las musarañas.


-Juana, ¿te pasa algo?- le preguntó Marta, preocupada por ella pero sabiendo lo que le ocurre, sus ojos mostraban interés por ella, pero sabía de antemano que ella se estaba enamorando del chaval, que le había invitado a tomar una copa, y que al final fue varias copas y muchos bailes que quería compartir con el chaval, pero la noche fue cruel y solo las parejas tenían ese privilegio. Juana no contestó, y Marta que iba cogido del brazo de Soledad y Esperanza, fue hacia ella y se cogio del brazo para darle conversaron que obviamente Juana no tenía ninguna intención de responder, por lo tanto respondía con monosílabos. Su cabeza repasaba una y otra vez, las palabras del chaval, el tacto de su piel, la sonrisa que él le ofreció y su mirada penetrante que callaba a una manada de lobos hambrientos. 


Efectivamente, esa noche cambió el curso de las cosas para Juana y al día siguiente se levantó, con una resaca del quince, pero con un mensaje de What’s up del chaval que le decía “Buenas días, bonita”. Ella sonrío y la vida de Juana por fin brilló el Sol después de tantas sombras que le perturbaban el sentido.


HR.

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